jueves, 5 de marzo de 2009

Reflexiones no del todo tontas


Curiosidades de la vida, que se repiten continuamente, sobre las que pasamos ligerito ligerito, sin volver la vista atrás, por si acaso nos vemos caminado a tropezones, y lo visto no nos satisface.

Es curioso, hablando con una amiga recordábamos, la cantidad de veces que padres y educadores nos hablaban en metáfora para educarnos. Y es más curioso aún, que hoy nos maravillamos cuando alguna de esas metáforas nos llega al ordenador acompañadas de bellas y aún bellísimas fotos. Comentábamos que aquellas metáforas las olvidábamos pronto, probablemente porque algunas no las entendíamos y lo más seguro porque hacíamos con ellas lo mismo que ahora, echarlas en el baúl de los recuerdos y tirar la llave.
¿Quién no ha oído alguna vez que “el agua derramada no se puede recoger”, o que “no es posible volver a su estado inmaculado la lisa hoja de papel”? Hoy estas metáforas nos vuelven a parecer bellas, pero bellacos como somos, seguimos sin hacernos la pregunta esencial… ¿Qué fue lo que perdí la última vez que monté en cólera? ¿Qué fue lo que destrocé de modo tan irresponsable? ¿Qué parte de la imagen que quiero llegar a tener quedó irremediablemente empañada? Y... sobre todo ¿cuál fue la importantísima razón que me hizo aparecer como un energúmeno y perder mi compostura tanto tiempo buscada y trabajada?
Hemos decidido proponeros un juego: A ver quién es el/la valiente que hablando con íntimos, amigos o familiares tiene narices para dar respuesta en voz alta a estas preguntas y otras que seguramente os estáis haciendo.
Pero nosotras somos optimistas y no vamos a perder la ocasión de dedicaros nuestra más amplia sonrisa que os mandamos ahora, por si acaso luego es tarde. Y para que vosotros también sonriáis, os confesamos que perdimos muchas ocasiones para guardar la cólera en el bolsillo, perdimos muchas oportunidades para mantener la boca cerrada y con ellas muchas más de sonreír. Sin embargo seguro, seguro, seguro que lo que más perdimos fue a “nosotras mismas”, esa “encantadora personalidad” con la que soñábamos… ¿o no?